Editorial

Tolkien y el Fuego Divino

Como todos sabemos, una de los tantas influencias de las que se nutrió JRR para crear su maravilloso universo fue la mitología griega. Precisamente de ella sustraje el mito de Prometeo, y encontré más de una similitud con algunas historias de El Silmarillion. En primer lugar: quién es Prometeo y qué representa? Prometeo, titán hijo de Japeto y Climene, es quién crea al hombre, aquel que faltaba en la tierra para que sea quien la transforme. Luego de tomar barro y moldearlo a “imagen y semejanza” de los dioses olímpicos lo mezcla con sus lágrimas y así luego escoge de cada bestia virtudes para crear la personalidad de estos sus seres. Sin embargo, y a pesar de moverse, les faltaba aún algo, que les dé un movimiento más ágil, que les permita llegar más allá de sí mismos faltaba espíritu, una chispa de vida. Ayudado por la diosa inerva (en ese entonces todavía su amiga) les da de beber el néctar divino y sobre sus cabezas comienza a levantarse una luz. Pero para que esa luz haga “combustión” con el espíritu dado, Prometeo les da el fuego divino robado a los dioses por él mismo. Y es ahí cuando los hombres guiados por él comienzan a explotar sus nuevas facultades en provecho sí mismos, aprendiendo y perfeccionando. Y la ira de los dioses contra Prometeo nace… el resto de la historia es harto conocido.

En primer lugar tenemos al fuego como símbolo universal de cosas como la transformación del medio ambiente, lo espiritual, agente de destrucción y socialización en los pueblos primitivos, así como de protección
contra las bestias y el frío. Prometeo simboliza al ser que piensa de manera individual sin ningún tipo de atadura ante los seres superiores, tomemos en cuenta que Prometeo significa “pensamiento provisor”. Fomando esto último nos damos cuenta de que Prometeo no se siente un dios, sino que se desliga de toda creencia absoluta ante los olímpicos. Tiene un pensamiento individual que cuestiona los dogmas preestablecidos en un mundo de dioses que todo lo rigen. Sabe que el poder radica en aquellos que gozan de una independencia del pensamiento, sin límites además de los propios.

Ahora, qué tiene que ver todo esto con JRR? Aquí tenemos, en primer lugar a Aulë el herrero. Es él quien siente la necesidad de crear seres por sí mismo para legarles conocimiento, así crea a los Siete Padres de los Enanos, y al igual que Prometeo, les da conocimientos suficientes para sobrevivir y trabajar la tierra de acuerdo a sí mismo. Nace en él un deseo de compartir con seres de su creación sus conocimientos y enseñarles cuanto él sepa, independientemente de lo que Ilúvatar desee.

Melkor ansía crear también, Tolkien hace mención de ello también en el Ainulindalë. El Valar rebelde, al gozar de los “más grandes dones de poder y conocimiento” comienza a desear crear, pero sólo consigue remedar de manera grotesca la belleza de la creación (“el mal no crea, deforma”). Y para ello pone sus ojos en la Llama Imperecedera. Melkor se asemeja a Prometeo en su ansia de crear y tener pensamientos desligados de las ordenes del Ser Supremo, con la diferencia de los propósitos de ambos. Es Melkor uno de los que “abre” los ojos y se deja guiar por sí mismo cayendo en la soberbia excesiva, pensando diferente a sus hermanos. Por último citaré a Fëanor. Su nombre significa “espíritu de fuego” y con razón lo es, ya que opta preso de su ímpetu por rebelare contra los Valar y emprender por sí mismo una travesía para vengarse de Morgoth y vengar así la muerte de su padre y el posterior robo de sus joyas preciadas, acarreando a su pueblo a innumerables penurias en el camino.

A pesar de que Fëanor no “crea” muestra también signos de rebelión contra la autoridad divina (aunque es consecuencia de las intrigas de Morgoth), nace en él un deseo de independencia muy similar, por no decir idéntico, al que siente el ser humano desde tiempos remotos. Fëanor intenta liberar a su pueblo de un supuesto sometimiento ante los Valar, y les muestra que pueden ser ellos dueños de sus decisiones libres de la dependencia divina. A diferencia de Aulë, quien se muestra humilde ante Ilúvatar, respetando así poder y jerarquía de éste, Fëanor y Melkor caen en el exceso de la soberbia, con consecuencias nefastas para estos. Sin embargo son ejemplo de rupturas con el Ser Supremo, con la fuerza superior. Los tres muestran síntomas de intentar obrar de manera independiente. Dejemos de lado las intensiones de los tres y y centrémonos en los actos. Para esto citamos al psicoanálisis que interpreta el mito de Prometeo como el
peldaño de sube el hombre al emplear su inteligencia, su sed de individualizarse del entorno que lo hace enfrentarse a las fuerzas que aparentemente lo superan. Es Prometeo el “despertar de la conciencia, la madurez del hombre libre que ha dejado de ser criatura dependiente”.

Tal vez hay entre estos tres personajes distintos algo en común: su cercanía con el ser humano. Con sus actos, nefastos o no, tiñen de humano lo divino. Así Tolkien, creyente él, no transgrede su fe y deja en claro la dependencia del hombre hacia Dios: aquél que se aleja perece por sí mismo, sin embargo es válida
la intención de poner estos tres ejemplos en su vasta obra.
Adán Martínez Ramirez
Zigur Burzum-Ishi
Sociedad Tolkien Peruana